miércoles, 7 de noviembre de 2012

Las huellas de Macondo



Inauguro este blog con la que ha sido mi última lectura y sin  duda, una de las mejores que ha pasado por mis manos.
Cien años de soledad (1967) me ha acompañado durante tres semanas en las que la intensidad de esas casi 500 páginas plagadas de Aurelianos y José Arcadios se ha fusiona a la perfección con esa magia tan genuina y característica de la narrativa latinoamericana.


Primera edición de la obra, en 1967

El gran Gabriel García Márquez (Aracataca, Colombia, 1927), nos transporta a la región de Macondo, donde generación tras generación y a través del velo de la nostalgia y la memoria, asistimos como espectadores al transcurrir de la vida de la familia Buendía.  Una vida cíclica, que parece no terminar nunca, que encuentra siempre semejanzas con realidades anteriores. Una vida de la que siempre será testigo Úrsula, eterna protagonista de la novela.  
La maestría y la destreza con que el autor teje la trama de esta historia eterna nos incita a la lectura página a página hasta que pasamos a formar parte de esa gran estirpe familiar, de esa gran novela, que es una novela total.
Como notable paradigma del  Realismo mágico, esta novela cuenta con la mayoría de características pertenecientes a este estilo literario que tuvo su eclosión a mediados del siglo XX, tales como la presencia de elementos mágicos, muchas veces intuitivos que nunca acaban de ser explicados por el autor, sino que la interpretación queda en manos del lector. Por otra parte, y este es un rasgo absolutamente esencial de la obra, encontramos el tiempo cíclico, que huye de la linealidad habitual llevando la trama a un eterno retorno  por el que siempre acabamos encontrando episodios ya de algún modo leídos, que toman nueva forma y que protagonizan nuevos personajes. Esto lleva, en consecuencia, a la distorsión del tiempo, a numerosos pasados que crean nuevos presentes y futuros.
El fenómeno de la muerte aparece como algo curioso, pues parece que los vencidos por la vida nunca acaban de abandonar la  casa, siguen pululando por sus estancias como parte elemental de la historia.
Y sobre todo, la fusión de la realidad y la fantasía como estilo literario, esencial en el Realismo mágico, y muy presente en Cien años de soledad. Asistimos a la narración de hechos reales que no escapan de una connotación fantástica y legendaria y que difícilmente puede escapar a la percepción del lector

Desde mi punto de vista no creo que haya que hablar del argumento de la novela ni de sus personajes, y no porque no valga la pena. Lo vale, y mucho. Todas y cada una de sus páginas merecen ser leídas con la más rigurosa atención. Hay que leerlo, hay que sumergirse en esa pequeña aldea, en sus calles y habitantes, en sus personajes, todos ellos con ese punto de locura tan entrañable y que hacen de esta una historia memorable que pervivirá, por  más que pasen los años, como una de las grandes historias de la literatura hispanoamericana y  también universal.

Rescato, eso si, algunos párrafos que no he podido dejar de subrayar en el libro y dejar en un pequeño rincón de mi memoria.

A veces permanecían en silencio hasta el anochecer, el uno frente a la otra, mirándose a los ojos, amándose en el sosiego con tanto amor como antes se amaron en el escándalo. La incertidumbre del futuro les hizo volver el corazón hacia el pasado.

Aturdido por dos nostalgias enfrentadas como dos espejos, perdió su maravilloso sentido de la irrealidad, hasta que terminó por recomendarles a todos que se fueran de Macondo, que olvidaran cuánto él les había enseñado del mundo y del corazón humano, que se cagaran en Horacio, y que en cualquier lugar en el que estuvieran recordaran siempre que el pasado era mentira, que la memoria no tenía caminos de regreso, que toda primavera antigua era irrecuperable, y que el amor más desatinado y tenaz era de todos modos una verdad efímera.

1 comentario:

  1. Enhorabuena Victoria eres toda una artista de la palabra. Estaba deseando poder leerte y a partir de hoy te voy a seguir como tu ferviente admiradora. Espero que escribas mucho más y yo pueda disfrutarlo. Me ha encantado tu visión sobre "Cien años de soledad", como ya sabes yo lo leí hace años y lamentablemente no supe sacarle todo el jugo que tú sí has hecho. Me han entrado ganas de hacer una relectura y apreciarlo como se merece.
    Pro cierto, el título "Entre nubes de tinta" es todo un acierto!! :)

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